lunes, noviembre 03, 2008

la azul lejanía



En los años de mi primera juventud he permanecido solo muchas veces en las altas montañas, y mis ojos han quedado prendidos largo tiempo en la lejanía, en el claro halo que envuelve las últimas y suaves colinas, tras las cuales se hunde el mundo en profunda belleza azul. Todo el amor de mi alma joven y codiciosa convergía hacia una gran añoranza. Y se me humedecían los ojos cuando mi mirada hechizada bebía la dulce lejanía azul. La cercanía hogareña me parecía fría, dura y clara, carente de aroma y de misterio, y, en cambio, al otro lado todo parecía dulcemente matizado, rebozante de armonía, misterio y encanto.
Desde entonces me he convertido en un vagabundo y he estado en todas aquellas lejanas y vaporosas colinas. Eran frías, duras y claras, pero al otro lado, más allá, volvía a surgir aquella venturosa lejanía azul -resuelta en pensamientos-, todavía más noble y evocadora de anhelos.
Con frecuencia la veía tenderse hechizadora. No comprendía su encanto, moraba en ella y me sentía extraño en las colinas de las cercanías y del presente. A ésto llamo yo ahora felicidad: asomarse al otro lado, contemplar las campiñas azules en la amplia lejanía crepuscular y olvidar por unos momentos la fría cercanía. Esto es la felicidad, algo muy distinto a lo que pensaba en mi juventud, algo sereno y solitario, pero no alegre.
En mi tranquila felicidad de ermitaño aprendí la ciencia de leer en todas las cosas el halo de la lejanía, a no tocar nada bajo la luz fría y cruda de la cercanía consuetudinaria y a acariciarlo todo, como si fuera áureo, ligero, delicado, atenta y respetuosamente.
Ningún tesoro, por preciado que sea, es tan ciertamente bello que no le pueda robar el brillo de su valor el hábito y la insensibilidad; ninguna vocación es tan noble, ningún poeta tan fecundo, ningún país tan bendito. Por eso ésto me parece un arte digno de ser envidiado, el de otorgar a las cosas cercanas y habituales la devoción y e amor que gustosamente concedemos a las lejanas y apartadas bellezas. Sin menospreciar el sol mañanero y las estrellas eternas, podríamos conceder a las cosas más próximas y pequeñas un delicado aroma y un resplandor, procurando tocarlas con dulzura y no privarlas de la poesía que es propia a todo lo existente. Lo que se goza brutalemte es amargo y degradante para el gozador. Lo que se goza como si estuviera invitado en casa de un extraño, sigue siendo preciado para nosotros y nos ennoblece.
Hermann Hesse.

[Gente linda, estamos cerca de nuevo!]

6 comentarios:

Flor dijo...

Tus fotos siempre tan lindas...
que bueno que te estes recuperando bien, te extrañamos!
besos

Pedro dijo...

qué lindo herman hesse y las felices lejanías

Sil dijo...

Hola!!! como estas??
se te extraña, besos!!!

Princesa Sukimuki dijo...

Solciss, muy bonita la foto y hermoso el relato que compartis!

besos

Ariel Casanova dijo...

ahhhhh... como me rompió la cabeza Siddharta.
gracias por la cita.
beso.

pilarcita dijo...

Hola solciss!
sabes que es lo que me encanta mucho cada vez que entro a tu blog?
eso que dice en el perfil. Intereses: vivir.


un besote