Ella trataba de verse a sí misma a través de su cuerpo. Por eso se miraba con frecuencia al espejo. Como le daba miedo que la sorprendiera su madre, sus miradas al espejo tenían el cariz de un vicio secreto.
No era la vanidad lo que la atraía hacia el espejo, sino el asombro al ver a su propio yo. Se olvidaba de que estaba viendo el tablero de instrumentos de los mecanismos corporales. Le parecía ver su alma, que se le daba a conocer en los rasgos de su cara. Olvidaba que la nariz no es más que la terminación de una manguera que lleva el aire a los pulmones. Veía en ella la fiel expresión de su carácter.
Se miraba durante mucho tiempo y a veces le molestaba ver en su cara los rasgos de su madre. Se miraba entonces con aún mayor ahínco y trataba, con su fuerza de voluntad, de hacer abstracción de la fisonomía de la madre, de restarla, de modo que en su cara quedase sólo lo que era ella misma. Cuando lo lograba, aquél era un momento de embriaguez: el alma salía a la superficie del cuerpo como cuando los marinos salen de la bodega, ocupan toda su cubierta, agitan los brazos hacia el cielo y cantan.
Milan Kundera.
*La insoportable levedad del ser.
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4 comentarios:
medieronganasdeleerlodenuevo.
graciasSolcissis.
tamastarde.
oh!
quiero leer más a Teresa!
yo soy la única desubicada que pensó en fishboy?
je.
lindo Kundera sisi.
Felíz finde pa tí Solciss.
besote
graaacias por pasar gente bella.
besos,!
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